Si se hiciese una encuesta para elegir la mejor película de Woody Allen, Annie Hall tendría todos los números para ganar. No solo porque esté dentro del top de las obras maestras del cine, ni porque triunfara en la gala de los Oscar de 1978 con cuatro codiciadas estatuillas, ni tampoco porque cosechara otra veintena de galardones alrededor de medio planeta. El film sería un gran candidato sencillamente porque representa lo mejorcito de Allen: una añorada época dorada repleta de diálogos chispeantes, química e ingenio al servicio del psicoanálisis. Meditaciones sobre la sexualidad y la muerte, sarcasmo, elogios a su amado Nueva York, romanticismo… Annie Hall lo tiene todo, incluso un estilo que llegó a marcar tendencia en el mundo de la moda (en parte gracias a Diane Keaton, que se empeñó en llevar su propia ropa al rodaje).
Una maravilla de principio a fin que serviría para enamorar al espectador y para que Sigourney Weaver se estrenase como actriz, entre otras cosas.