Hay sitios en los que te prometen pescado fresco y, en la práctica, no lo es tanto. Pues bien, ese no es el caso del restaurante Amigó Cascarilles. Ubicado en pleno barrio de Sant Antoni, este modesto local ofrece probablemente la conexión más directa entre el mar y tu boca que puedas encontrar lejos de los astilleros. “Nos traen la pesca directamente de los barcos”, asegura Pere, su propietario, sin acabar de contarnos su secreto. Buenos contactos debe de tener, está claro. Y cuando nos llevamos los primeros bocados a la boca se disipa toda duda: eso es pescado fresco y lo demás son tonterías. Nos pusieron, entre otras tapas, las mejores tallarinas que haya probado, una generosa ración de mejillones al vapor y un par de bicicletas (no os confundáis, son tapas de patata crujiente con anchoa). El camarero nos propone, además, una salsa “marca de la casa”, cuyos ingredientes tuvimos que tratar de adivinar porque allí no soltaban prenda. Al parecer es una salsa secreta creada especialmente para ellos por el chef Marc Miró. Una vez más, buenos contactos. El local, reabierto hace apenas seis meses y decorado de forma castiza, no es especialmente grande, pues está más bien pensado para tapear en la terraza o en la barra, aunque goza de un interesante reservado para cenas más numerosas. No te cortes en preguntar por su maravilloso surtido de cervezas: tiene varias marcas artesanales locales y también una edición especial de Pilsner Urquell, la madre de todas las pilsner. Y, sobre todo, olvídate de la carta. Los camareros saben mejor qué nadie qué les ha traído el mar ese día y sabrán darte lo mejor. Al fin y al cabo, la idea es que salgas de allí con una sonrisa en la cara.
