Permíteme que me ponga autobiográfico. No se me ocurre mejor manera de convencerte para ir a ver At The Drive-In el domingo a Razzmatazz. Digo lo de autobiográfico porque a veces los conciertos hacen un run-run extraño en tu círculo cercano y las opiniones brotan de todas partes y en todas las direcciones. Y más, si es la vuelta de una mítica banda tras quince años prácticamente inactiva. Mi amigo Gerard, por ejemplo, estaba muy asustado porque los vio en su momento y fue, asegura, uno de los mejores bolos de su vida. Me contaba que el vocalista Cedric Bixler había metido la cabeza en el interior del bombo en uno de los instantes más álgidos del concierto. Puro hard-core (o post-hardcore según las biblias de la post-modernidad). Y claro: supera eso, y ahora, después de una década de letargo. Pero David le llamó y le pidió que lo acompañara, que él compraba su entrada y que ya se la pagaría y Gerard no pudo decir que no. Porque David no tuvo dudas. Al fin y al cabo, son los putos At the Drive-In, está el puto Omar Rodriguez López a la guitarra, con todo su arsenal de pedales, sobre el escenario. Eso hay que verlo. Y sobre todo, escucharlo. Y luego está mi hermano, que investiga. Cuando le comenté que venían, desconfió y no mostró excesivo interés. Pero el otro día me volvió a preguntar. Resulta que ha leído que en sus dos primeros bolos en San Francisco la liaron parda y que suenan igual o mejor que entonces. Así que eso, que al final vamos los cuatro y a lo mejor alguno más a ver At The Drive-In el domingo. Y que si quieres, vente.
