El almuerzo desnudo

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6 de junio de 2017
Categoría del Evento:

Lugar: Filmoteca de Catalunya, Plaça Salvador Seguí, 1 – 9

Precios: 4€

Horarios: A las 17h

A nadie le sientan igual las drogas, ni todas nos golpean con la misma intensidad. Cuando William Burroughs editó en Paris, en 1959, El Almuerzo Desnudo, que trata sobre sus experiencias con estupefacientes, trabajaba en una técnica llamada cut-up. Consistía en crear un collage de momentos o vivencias que destruyese la estructura sin perder la narración.

Ese modelo transmite emociones por encima de todo, algo que David Cronenberg había hecho en Scanners y Videodrome. Cintas sobre un protagonista en conflicto con la biotecnología y la televisión. Ambas empiezan con una lógica aplastante para derivar en episodios desmembrados de alucinación ontológica. Jeremy Thomas sabía que Cronenberg admiraba a Burroughs. Obtuvo su aprobación, compró los derechos de la novela y produjo la película homónima que se estrenaría en 1991; en la que Cronenberg mezclará episodios de la obra con otros de la vida de Burroughs. Una buena forma de aproximarnos al resultado es grabar en nuestra cabeza una frase que Bill Lee, el protagonista encarnado por Peter Weller, dice a sus amigos escritores: “acaba con todo pensamiento racional”.

El comienzo es lineal, acompañamos a Bill en su trabajo como exterminador y vemos su relación con su mujer Joan Lee (Judy Davis), una yonqui que ha empezado a drogarse con los polvos que Bill utiliza para acabar con los insectos. Tras matarla accidentalmente Bill huye a la Interzona, un territorio de escape inspirado en el Tánger de Burroughs, donde comienza a trabajar como investigador. Aquí el relato se fragmenta y el cut-up crea genera nuevas tramas. Bill conoce personajes que son un reflejo de su mundo real y descubre su homosexualidad latente. Cronenberg introduce sus habituales creaciones monstruosas como aberraciones de una sexualidad no resulta. También están presentes en las máquinas de los escritores, insectos o monstruos gigantes que muestran sus genitales, pelean entre sí y vinculan el sexo con la escritura creativa.

Una fotografía crepuscular y una dirección de arte en tonos terrosos mantienen durante toda la película una atmósfera de malestar. Esta homogeneidad ayuda a que nos perdamos en los múltiples saltos que se dan entre la realidad y la ficción; y, si acabaste con todo pensamiento racional, genera un visionado de confusión tan deliciosa como debieron experimentar sus dos autores al crearla.

By JD Alcázar

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