“Durante su mandato en la Unión Soviética, Josef Stalin ordenó la muerte de 30 millones de personas”. Así comienza el documental Sinfonías de guerra: Shostakóvich contra Stalin, que explica el horror que vivió uno de los más grandes compositores del siglo XX. Sin embargo, este músico no solo padeció las consecuencias de vivir en un país convertido en un campo de concentración, sino la especial obsesión que su psicópata líder tenía sobre él, asesinando a buena parte de sus amigos y familia que le rodeaba. ¿Se puede vivir así? Pues Shostakóvich, con una resiliencia descomunal, no solo lo logró, sino que hasta fue capaz de plantar cara con composiciones que “estaban contra el pueblo” (tal como una vez fue obligado a declarar para salvarse del fusilamiento). La pieza que podremos apreciar este fin de semana es la Sinfonía núm.4 en Do menor, op.43 del genio ruso, quien no pudo estrenarla en 1936 por órdenes del tirano. ¿Y qué tenía la 4ª para que no sea del agrado de Stalin? Pues que no era “feliz” como él quería que fuera su pueblo en medio del horror instaurado. La 4ª era, pues, terrorífica: un lienzo de cómo se estaba viviendo por esas épocas en la Unión Soviética, con los músicos tocando con furia aquellas notas ambivalentes y que resaltaban al sujeto por encima de lo colectivo. Y como si fuera poco cosa escuchar esta representación en Barcelona, quien es tal vez el mejor director del mundo en la actualidad, el ruso Valery Gergiev, dirigirá estas noches a una Orquesta Sinfónica de Barcelona reforzada por músicos de la Orquesta del Teatro Mariïnski, una de las mejores de Rusia, bajo la dirección artística del mismo Gergiev. Por cierto, hace poco él participó dirigiendo una orquesta en las ruinas de Palmira, después de que el ISIS fuera expulsado de ese lugar. Y seguro que en Barcelona seguirá haciendo historia: él, Shostakóvich y, sobre todo, la 4ª, interpretada libremente tras la muerte del dictador.
