Vaya por delante que la dirección de Messiez en este montaje me parece genial, que los actores están increíbles, que la puesta en escena está muy estudiada y bien aprovechada para el escaso espacio, que es cortita y que las entradas son baratas. Pero si algo tengo que destacar de esta obra es, sin ninguna duda, el texto de Alberto Conejero. Inspirada en la vida de Rafael Rodríguez Rapún, compañero de Federico García Lorca de La Barraca -y sentimental en sus últimos años-, narra las últimas horas de su vida en una celda de un hospital militar junto con su carcelero, un apenas adolescente al que todo le viene grande y que casi no ha salido de su casa. Durante toda la obra se desarrolla un pulso entre ambos, entre la injusticia, la redención, los recuerdos, la muerte, la inocencia y el arrepentimiento. Es un texto sensible y sensato. En un momento de la obra sentirás cierto agobio, pero inmediatamente pasará a convertirse en ternura y emoción. Al terminar el montaje, tuvimos unos segundos interminables de silencio, de esos que sólo ves en las obras que dejan al espectador pensando. Y luego aplausos. Muchos aplausos, porque esta obra lo merece. De lo mejorcito que hay en cartelera. // By Nuria Escudero
