Hay quien se pregunta, con lo intolerante que es el país en el que vivimos, cómo es posible que Antonia San Juan no haya tenido alguna movida gorda con la obra que tiene de nuevo en la sala Barts. Mein Kampf. «Mi lucha». Yo lo que no entendería es que, pudiendo, alguien no vaya a este pase en Barcelona.
Antonia es una mujer que NO actúa para el que lee en la prensa solo los titulares,
ni para la mujer que no trabaja y pretende que un hombre la mantenga,
ni para el joven que habla de libertad y esclaviza a los padres,
ni para los que dicen que su familia es la mejor y su tierra es la mejor,
ni para el que ama las tradiciones, ni para el ejército, ni para la iglesia,
ni para el estado, ni para el facha,
ni para el que dice que es de izquierdas y luego es un tirano que veta y somete,
ni para el que cree en ideologías manifiestas,
ni para los machos, ni para las hembras,
ni para los que dicen que su familia es lo primero y luego faltan al trabajo,
ni para los mendigos que no quisieron darle nada al mundo,
ni para el que bebe y conduce poniendo en peligro la vida de los demás porque la suya es una mierda,
ni para los que asedian a una mujer cuando va sola por la calle…
Antonia se dirige a los que respetan a los demás, a los que admiten las diferencias, y en especial a los padres que no le hablan mal a los hijos de los homosexuales refiriéndose a ellos como maricones y a ellas como tortilleras, porque esas bestias son responsables de criar a otras bestias que luego son las que asedian a un niño porque es diferente y el niño acaba tirándose por una ventana.
Tras el monólogo de marras de la Agrado en “Todo sobre mi madre”, así es como comienza esta colección de piezas, algunas divertidas y desternillantes, otras melodramáticas o tragicómicas, pero todas ellas genuinas e inigualables. Todas las piezas que componen este espectáculo, en el que la San Juan se defiende como el animal de escenario que es, se encuentran bajo la etiqueta de lo popular: textos propios, de Pedro Almodóvar, Feliz Sabroso, Arthur Kopit o Enrique Gallego… y también espacio para la música castiza o la letra recitada de canciones como El amor, de Rafael Pérez Botija.
Un montaje en el que no deja títere con cabeza, y en el que por supuesto (faltaría más) también sabe reírse de sí misma, porque de sobra sabe que quien lo hace tiene diversión garantizada para el resto de sus días. // By Javier Muñoz
