A grandes rasgos, la música de Molly Nilsson, carismática artista sueca afincada en Berlín desde hace casi 10 años, podría definirse como synth pop, melodías pegadizas sobre bases que se repiten y notas que ‘vuelven a casa’, teclados juguetones, a ratos misteriosos a ratos tímidos, voz grave y seductora, coros mágicos, letras que bailan con la nostalgia. Sus canciones podrían ser algo parecido a un diario personal, estados interiores que fluyen, el ojo que mira ‘hacia dentro’. Para entender la propuesta de Molly hay que escuchar detenidamente el conjunto de pistas que conforman cualquiera de sus álbumes, es ahí donde las piezas encajan, encontrándose unas con otras, perfilando a la mujer compleja que se esconde detrás de los sintetizadores. Al talento y la originalidad de Molly para componer pequeñas joyas de pop ensoñador hay que añadir el hecho de que es ella misma quien maneja su propia agenda, grabaciones y ‘merchandising’, sus apariciones en público y todas las actividades ligadas a su música. En Molly convergen varias estrellas raras y hermosas, oscilando entre lo extraño e hipnótico, lo nostálgico y cierto mensaje hielo-fuego existencial.
El sábado doce en Almo2bar MOLLY NILSSON + PLOM.
Personalmente, una de mis artistas favoritas en los que llevamos de siglo XXI.
(No lo dejen pasar).
//Fotografía por Chris Filippini.
