El Salón del cómic vuelve en una nueva edición de cultura inquieta y underground, erótica, infantil, juvenil, adulta, subversiva, irreverente, entretenida, fantástica, explosiva, intimista y de vanguardia. Si bien otros géneros y manifestaciones «puras» de ese irrefrenable impulso humano llamado arte tienen sus límites naturales, el cómic resulta uno de los pocos bastiones donde la libertad y la independencia han sido estandarte a través de generaciones. Con dictadura y sin ella, allende las épocas, modas, gustos, mitologías, estilos y formas estéticas, el tebeo y el lápiz no saben de fechas de caducidad, de obediencia ciega, cánones estilísticos y tampoco de etiquetas. Si en nuestro país el tebeo, novela gráfica, o como quieran llamarle ha rondado los márgenes, o se ha popularizado tradicionalmente entre «La gente menuda», en países como Francia o Japón es un género con entidad propia, una manifestación artística equiparable a la literatura, al cine o a las vanguardias, normalizado, celebrado y reconocido.
Este año el salón saca pecho abriendo puertas desde el jueves al domingo, en una de las más fantásticas ediciones de la historia del certamen. Crecido en superficie, exposiciones, muestras, autores invitados y novedades editoriales, este año se espera superar el número récord de visitantes. Subrayo la importancia del cómic/tebeo/novela gráfica como puerta de entrada a la lectura, su peso en la industria editorial, en nuestra memoria visual y literaria, en el cine y un largo etcétera. Como cada año levanto mi copa y celebro la buena salud del Salón, que dignifica la ciudad con su continuidad, posicionándonos en un mapa cultural internacional que respeta a este amigo/amado, y no siempre comprendido, Género Creativo.
