Muchos enmudecieron este verano tras descubrir que la banda que substituía a Modest Mouse a última hora en el Azkena Rock Festival no les sonaba ni lo más mínimo. Lo cierto es que a The Sheepdogs no les conocía nadie por estas tierras hasta entonces. Pero eso fue justo antes de que hicieran aquel fantástico concierto en tierras vascas. No en vano, al revisar su biografía, uno descubre que fueron número uno en Canadá -su tierra natal-, portada de Rolling Stone en 2011, que firmaron por Atlantic Records el año pasado y que sus canciones han formado parte de la banda sonora de CSI, cuyos productores, en una demostración de buen gusto, ya incluyeron a the Who en su entradilla desde la primera temporada. Y os preguntaréis: ¿cómo lo hicieron estos greñudos para crecer de esta manera en tan poco tiempo? Pues lo hicieron con puro rock and roll. Ni más ni menos. Rock and roll de raíz sureña, con riffs elegantes, armonías de voz impecables, toques de psicodelia y una actitud propia de una época en la que la música aspiraba sin complejos a detener la mismísima guerra de Vietnam. Su último disco, que presentan en una de las salas con mejor sonido de Barcelona -la Bikini- te hará desempolvar los vinilos de los Allman Brothers y de la Creedence y caer, muy probablemente, en un ataque de nostalgia hacia los orígenes de todo aquello que ahora se reinventa una y otra vez sin llegar jamás a igualar, por ejemplo, los gritos de Joe Cocker en aquel Woodstock del 69 que cambió el rumbo de la música para siempre.
