Mirad, podría elogiar el Vida Festival en sí mismo lo suficiente como para no tener siquiera que mentar su cartel. Y eso que es un cartelón. Podría explicaros, por ejemplo, que es el festival mejor organizado en el que servidor ha tenido el gusto de estar. Su ambientación preciosista, perfectamente adaptada al entorno natural, es lo primero que entra por los ojos (¡esa ballena de madera!), pero la experiencia va mucho más allá: está el mercadillo, la variedad foodie, la programación matinal en La Daurada, el fiestón del jueves en el Molí de Mar… Aparte, es un festival muy poco masificado. Esto significa que hay mucho espacio y una cantidad razonable de gente, lo que se traduce en razonables colas, razonables empujones y razonables momentos hater-total (inevitables en todo festi que se precie). Además, la variedad de escenarios y su ubicación propicia momentos mágicos, como ese directo de Sílvia Pérez Cruz en un claro del bosque que desencadenó un síndrome de Stendhal generalizado el año pasado.
Pero no hablemos del año pasado. Hablemos de ESTA edición. Porque, amigos: esta edición promete. Vamos a echar un vistazo al viernes, sin ir más lejos. Cuando el reloj marque las 17.30h comenzará el primer concierto en la Masia d’en Cabanyes. Los madrileños Juventud Juché serán los encargados de dar el grito de salida a una jornada que seguirá con los ya indiscutibles Mourn. Su madurez adolescente -¡oh! ¡un oxímoron!- rivalizará con el americano Ezra Furman, en uno de esos solapamientos que escuecen un poquitín. Pero bueno, nada que no se pase después con los enormes Grupo de Expertos Solynieve, la anteriormente conocida como otra-banda-de-jota, ahora ya liberada de la sombra de Los Planetas. Con su pop folk de aires flamencos se irán los últimos rayos de sol, y será el momento ideal para acercarse al escenario Estrella Damm. Allí deberéis llegar preparados, pues Benjamin Clementine y su piano os esperan para poneros los pelos de punta y, si hace falta, arrancároslos uno a uno. ¿Después? Secaos los lagrimones y recomponeos, pues llega uno de los platos más fuertes del cartel: The War on Drugs. Difíciles de calificar (¿es indie rock? ¿es post-punk? ¿es new wave? ¿qué p***s es?), los americanos prometen uno de esos conciertos de saltos y luces y sonrisas mires a donde mires. ¡Bang! Acabará el bolo y querrás descansar, pero no, te dirán que los Nueva Vulcano van a tocar en el otro escenario, y pensarás que los has visto muchas veces pero que, joder, Nueva Vulcano siempre es Nueva Vulcano, así que irás. Eso es, en resumen, lo que pasará. Y cuando salgas del pogo, sudado y amoratado como siempre, aún te quedarán fuerzas para Super Furry Animals. O para The Saurs, quizás. ¡Qué narices! Si incluso tienes cuerda para darlo todo en la sesión de Dj. Coco y hasta para quejarte cuando empiece a amanecer y tengas que irte a dormir, mientas tu amigo el responsable se acerca a tu oído y te dice: “tranqui, mañana más”.
Así que, eso: mañana, más.
