Solterona

Hagamos un ejercicio de honestidad (brutal) y preguntémonos cuál es la imagen que tenemos de una solterona. Sí, leer esta palabra duele y en tiempos de corrección política resulta hasta chocante. Pero hagamos un esfuerzo: ¿qué es lo primero que asociamos a este término? El prejuicio, el pequeño machista interior que aún albergamos, y años de pensamiento patriarcal, nos remiten a una mujer seria, de rostro cejijunto y rodeada de gatos. A veces puede vestir de negro y sonreír poco al mundo. O tal vez se nos venga a la mente la imagen de Bridget Jones cantando borracha “All by myself” recibiendo un nuevo año sin novio.

Cejijunta o borracha, en el imaginario popular la imagen de la mujer que no se ha casado aún no se desprende de cierto tufillo lastimero o de una mirada condescendiente. Una imagen que la autora estadounidense Kate Bolick se ha propuesto replantear gracias a Solterona, la construcción de una vida propia (Malpaso ediciones, 2016), más de doscientas páginas en las que Bolick descubre a mujeres solteras escritoras que le marcaron profundamente. El libro es su debut literario, pero ya ha sido aplaudido por el New York Times, el National Post, Time o Flavorwire, que no han dudado en incluirlo en su lista de los mejores libros del 2015.

Conocimos a Kate el pasado lunes durante su visita de promoción a Barcelona. Se presenta con un sonriente “Hi, I´m Kate” y sus ojos no dejan de brillar cuando habla sobre su libro y de cómo espera que éste contribuya al debate —no solo social, sino también personal e íntimo—, sobre la soltería. Tal como lo cuenta en su libro, es una entusiasta y se le nota al conversar, al abrir sus ojos detrás de sus modernísimas gafas y asentir con convicción para darte a entender que has dicho algo que ella también comparte.

La autora propone cultivar la «actitud de solterona» aún estando en pareja: pasarlo bien con una misma atendiendo los propios intereses

Sin embargo, no todo ha sido sonrisas en la vida de esta autora. Recuerda que la primera vez que intentó escribir Solterona…, en el 2006, no paraba de llorar. Dejó relaciones de pareja, en apariencia “prometedoras”, no solo para encontrar su propia voz, tal como relata en el libro, sino también para aprender a valorar ese tiempo que, ¡por fin!, tenía solo para ella: para reflexionar, para pensar en lo que quería para su futuro, para leer aquello que siempre tuvo pendiente, para, en suma, construir su propio y valioso mundo interior. Y es que ser soltera, como ella misma dice, tiene más que ver con una exploración personal que, como suele decirse, “con vestir santos”. Bolick aún va más allá: propone, aún estando en pareja, cultivar ese «actitud de solterona», que consiste en estar cómoda en nuestra propia piel, en pasarla bien con una misma atendiendo los propios intereses

En su libro, Bolick recuerda una memorable noche de soltera: relata cómo salió a comer una hamburguesa y a tomar unas cervezas, y, al volver a casa sola, sintió una liberación, una alegría. No debía preguntarse si con su comportamiento estaba incomodando a nadie.

Solterona… empezó a gestarse en el 2006, pero quedó suspendido. Luego, en el 2011, vino la publicación del artículo “All the single ladies”, en The Atlantic, y en el que ya mencionas la fascinación que te genera la mujer soltera. ¿De dónde nace esta fascinación y cuál es el camino que recorrió la obra hasta ver la luz?

—Sigo tratando de averiguar de dónde nace. Cuando empecé a escribir este libro decidí volver a mi casa, en Nueva Inglaterra. No sabía por qué, pero sentía que debía hacerlo y escribir desde mis raíces. Entonces descubrí que Edna St Vincent Millay [una de las escritoras a las que ella llama “despertadora” pues le abrió los ojos respecto al valor de la soltería femenina] había vivido en mi ciudad cuando era joven. Fui a su casa y al volver, vi a la madre de un niño que había sido mi compañero en la escuela. Ella era madre soltera. Y al verla pasar, con este pelo gris hermoso y al viento, ¡se la veía tan libre! Parecía una mujer joven corriendo hacia su futuro. Pensé: “Esto es increíble”. Cuando yo era pequeña, nunca me detuve a pensar que ella era una madre soltera. Para mí era solo la mamá de mi amigo. Y me puse a reflexionar sobre las mujeres solteras: han estado siempre ahí, en todas partes, y yo no me había percatado. Luego recordé que al lado de mi casa vivían dos hermanas solteras que me encantaban: mujeres fuertes, maravillosas… No me había dado cuenta entonces que eran solteronas. Creo que sigo cultivando esta fascinación. Cuando intenté empezar a escribir el libro en el 2006, mi motivación fue simplemente que no había representaciones positivas de mujeres solteras en los medios o en la visión de la gente. Los únicos ejemplos que teníamos eran Carrie Bradshaw y Bridget Jones. Trataba de escribir, pero entonces solo lloraba. En el 2012, cuando ya empecé a escribir el libro de verdad, supe que mi atracción hacia las solteronas venía del hecho de que siempre habían estado ahí, pero de una manera casi inconsciente.

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—Hazel Markus, una de las autoras del estudio «Possible Selves», que es entrevistada en Solterona… señala que «necesitamos películas en las que las mujeres (…) tengan una vida fantástica sin que por fuerza haya que casarse». ¿Qué ejemplos puede mencionar? ¿Podemos hablar de activistas por la soltería?

—El mejor ejemplo es Gloria Steinem [periodista, escritora e icono feminista estadounidense], a quien entrevisté la semana pasada. ¡Es increíble! Tiene 82 años, vive sola, viaja muchísimo, es muy curiosa y abierta a la gente. La veo como el modelo ideal de la solterona. Y en cuanto a actrices, están Diane Keaton, Edie Falco, Oprah Winfrey… Creo que hay más ejemplos de mujeres, en mi generación, a medida que van haciéndose mayores. Pero la cantidad aún es muy pequeña, tanto que resulta chocante. Y no, no creo que existan activistas de la soltería. Y eso es triste.

En Estados Unidos existe más de 50 millones de mujeres, mayores de 18 años, que nunca se han casado, enviudado o divorciado

—¿Crees que con este libro podrías convertirte en una «despertadora» para las nuevas generaciones? ¿Es decir, llevar a otras mujeres a reflexionar sobre su soltería?

Mi gran esperanza con este libro es que las mujeres que ahora tienen veinte años descubran que tienen más opciones, más allá de casarse. Históricamente es verdad que las mujeres tenían que hacerlo, por cuestiones económicas, por aceptación social. Era muy duro vivir soltera. Y hoy es fácil: tenemos muchas oportunidades, podemos ser financieramente independientes. Por supuesto que los estigmas permanecen, pero son menores. Algo que me sorprendió mucho cuando salió el artículo “All the single ladies” es que de repente supe de muchísimas solteras que querían hablar sobre sus vidas. Y es que estamos en medio de un proceso demográfico históricamente sin precedentes [el número de solteros en EE.UU, según datos del censo de 2013, es de 105 millones de personas. Son mayores de 18 años, no se han casado, no han enviudado o no se han divorciado nunca. De esta cifra, el 53% son mujeres]. Pero todavía no somos conscientes de lo que está sucediendo. Espero que Solterona… inspire a los lectores a tener una conversación con ellos mismos sobre estas ideas. Es importante no ser didáctica en las cuestiones del corazón. Por eso, lo que yo quiero es expandir la conversación sobre cómo es no estar enamorada. Eso no es ni una tragedia ni un drama.

“No estar enamorada no es una tragedia ni un drama”

—En el libro se habla de la importancia del trabajo para la evolución de las mujeres pues, entre otras tantas ventajas, les permite postergar el matrimonio y desarrollar más intereses personales y profesionales ¿Qué pasa en contextos de crisis económicas como el que vive actualmente España, por ejemplo, con una tasa de paro de 22%?

—Hablaba hace poco con alguien que me decía que las mujeres se están casando y teniendo hijos muy jóvenes aquí en España. Yo me preguntaba si esto tiene que ver con la crisis. Creo que en tiempos de inseguridad económica, el matrimonio puede parecer más atractivo porque combinas ingresos, pero también porque los roles tradicionales resultan en algún sentido “más cómodos”. Es decir, algunas mujeres pueden decir: “No puedo encontrar trabajo, pero me puedo casar con un hombre que tenga uno” y el hombre puede decir: “Vale, seré un hombre que te mantenga y esté a tu lado”. La independencia económica es crucial para la vida de las mujeres solteras. Cuando la economía está muy bien y hay muchísimo trabajo queremos a las mujeres como fuerza laboral y es cuando las mujeres solteras se perciben de forma positiva, pero cuando la economía está en crisis, sucede lo opuesto.

—La soltería implica contar con tiempo para una misma y libertad para explorar. ¿Es este un privilegio de ciertas clases sociales?

—Es una cuestión de privilegios, absolutamente. Cuando hablo de mi necesidad de crear soledad, lo hago desde un lugar privilegiado: una mujer educada que ha podido encontrar un trabajo que le gusta. Y en Estados Unidos, en donde la brecha económica es muy amplia, los conservadores hablan de la importancia del matrimonio en las clases más bajas, lo cual no es cierto. El matrimonio no es una garantía de nada, en realidad. Es muy importante apoyar la creación de empleos para todo el mundo. Para una mujer pobre, que debe tener tres trabajos para mantenerse, ser soltera no es divertido.

—Louise May Alcott dijo: «Para muchas de nosotras, la libertad es un marido mucho mejor que el amor». ¿Qué cree que le falta al concepto de «soltería» para volverlo deseable?

—Lo que tenemos que hacer es criar niñas de tal manera que no estén tan orientadas a las relaciones, tal como lo están ahora. A los niños no los crían así. Un niño dice: “Quiero ser presidente”. Una niña: “Quiero ser una princesa”. Creo que hay que animarlas y apoyarlas para que sepan cuáles son sus fortalezas y que persigan objetivos. Tenemos que construir una sociedad que sea más amable y acepte a estas mujeres con ambiciones, ideas y pasiones sobre lo que desean para ellas, para el futuro. Tengo 43 años y crecí escuchando que yo podía ser cualquier cosa que quisiera. Lo escuchaba de mis profesores y de mis padres. ¡Era genial! Entonces terminé la universidad y salí al mundo laboral y me encontré con un entorno sexista y patriarcal. Tenemos una desconexión ahí. Necesitamos cambiar como sociedad.

Intérprete: Alexandra Rybalko

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