Sueños y secretos de… Papa Topo

El concierto estaba a punto de comenzar. Tuve que sortear a una multitud de gente apelotonada entre la entrada y el pasillo del Freedonia para poder acceder a su sala del fondo donde los integrantes de Papa Topo –Adrià Arbona (teclados y voz principal), Óscar Huerta (guitarra y coros), Jùlia Fandos (guitarra, flauta travesera y voz) y Sònia Montoya (bajo y coros)- estaban ocupando sus puestos. Lejos de parecer abrumados por el éxito de convocatoria, la formación barcelonesa comenzaría el espectáculo -enmarcado en el ciclo del Primavera als Bars del Primavera Sound- con una obertura propia del Barroco, predecesora a la luminosa y delicada balada en «Davant Ses Flors Des Taronger». Arbona -natural de Benisalem (Mallorca)- la entonaba estoico en su dialecto natal, que me recordaba a unos versos de Antònia Vicens.

Tras la calma, llegaría la tempestad con los vientos de «Enero». Y la sala se impregnó de unos aires festivos que contentaron a un público sediento de diversión con temas como «Acomodador»; la conocida «Oso Panda»; «Quédate Cerca de Mí»; «Akelarre En Mi Salón»; u «Ópalo Negro», que da nombre a su primer LP, grabado el año pasado con el sello independiente Elefant Records. Recuerdo que cuando terminó el concierto, un grupo de caras conocidas del indie barcelonés rogaban un bis de su nuevo hit «La Llamada», la canción que el cuarteto ha grabado en colaboración con la cineasta Zaida Carmona para la banda sonora de La Maldita Primavera, el segundo largometraje de Marc Ferrer, del cual también son protagonistas.  

Al cabo de unos días me reúno con ellos en un restaurante griego del Raval. En este barrio se rodaron la mayoría de las escenas de la película, que gozó de una gran acogida en su estreno en la última edición del D’A. Iniciamos una charla animada que, entre otras cosas, me permite conocer su experiencia como protagonistas del largometraje de Ferrer; los comienzos de Papá Topo en 2008 y su evolución hasta nuestros días; algunos detalles sobre Ópalo Negro; los lastres del amor romántico o la perspectiva que la banda tiene sobre la realidad de la comunidad LGTBIQ.

Me habéis citado en carrer Robadors.

Adriá: Aquí es donde vive Mónica del Raval, una de las protagonistas de La Maldita Primavera.

¿Recordáis la mítica Bata de Boatiné?

Todos: ¡Sí!

Adriá: La única vez que fui tenía 15 años. Recuerdo que entré y vi una polla gigante de cartón piedra y pensé: «Bueno, venga, me voy». [Risas] Cuando volví a vivir a Barcelona lo chaparon.

¿Cómo fueron los inicios de Papá Topo?

Adriá: Desde muy pequeño hago música. Iba a clases de piano y de solfeo. También iba a un coro. A lo largo de mi vida fui recolectando instrumentos de juguete. Yo siempre he hecho música. Tenía un piano real y todos lo demás eran instrumentos de juguete. Tenía metalófonos, flautas de juguete… Siempre hacía espectáculos de pequeño, hacía bailar a mis hermanas, y cosas así. A los 16 años conocí a un chico por Fotolog, que terminó siendo mi novio. Le echaba mucho de menos y le hacía canciones de amor adolescente en mi habitación con mis instrumentos y me grababa con el micro interno del ordenador porque no tenía ni idea de música y lo hacía con los medios que tenía. Era la época del Myspace y este chico me animó a que subiera las canciones a esta plataforma.

El hecho de que te animara hizo que te empoderaras como creador.

Adriá: Sí, y pensé: «Las subo y a ver qué pasa». Entonces, de repente mucha gente me empezó a seguir. El primer comentario en Myspace fue de Guille Milkyway, que era mi máximo ídolo en ese momento, y me dijo que le gustaban mucho mis canciones y que siguiera adelante. Era como si Dios hubiera bajado a la tierra.

Y después, según tengo entendido, una amiga tuya se unió al proyecto.

Adriá: Sí, porque al principio daba los conciertos solo y lo pasaba muy mal. Creo que mi madre lo pasaba peor. [Risas]

¿Dónde dabas estos conciertos, Adriá?

Adriá: En salas de mi Mallorca natal. Al cabo de colgar las canciones en Myspace me escribieron de la sala indie más importante de Mallorca, que se llama Cultura Club porque querían que tocara allí. Ese fue mi primer concierto, pero vi claro que necesitaba acompañantes. Comencé a tocar con compañeros músicos de mi instituto, pero después conocí a Paulita [Adrià se refiere a Paula Franco aka Paulita Demaíz, vocalista durante la primera etapa del proyecto]. Congeniamos mucho y decidió implicarse en el proyecto. Estuvimos juntos tres años intensos en el proyecto, lanzamos EP’s en Elefant, el sello que nos dio a conocer. Llegó el momento en el que yo me vine a vivir a Barcelona; ella se quedó en Mallorca y nos distanciamos a nivel creativo. Un día conocí a Óscar. Yo no le veía el sentido dejar el grupo, y entre él y yo decidimos buscar músicos. Conocimos a Jùlia y a Sònia,  y desde entonces han estado con nosotros.

¿Surge entonces este proyecto de la amistad?

Adriá: La amistad vendría después. Hicimos un casting. Jùlia me caía bien al principio, y Sònia en cambio no tanto [risas] pero luego descubrí que Sònia era muy guay y ahora es de mis mejores amigas. Entiendo que el aumento de personas en la formación supuso un incremento positivo a nivel creativo.

Sònia: Adrià compone las canciones.

Adriá: Conocer a Sònia supuso que prestara más atención a las posibilidades que ofrece el hecho de incluir el bajo en las canciones. Me interesé por el bajo mucho más.

Sònia: Esto se nota en el disco.

En la escucha de Ópalo Negro nos adentramos en una travesía llena de contrastes y eclecticismo. ¿Cuáles han sido los principales referentes del disco?

Adriá: Escuchamos música muy variada. Desde el punk más chungo a música del Renacimiento. Por ello no nos gusta centrarnos en un solo estilo. Supongo que esto tiene que ver con la posibilidad de acceso a diferentes tipos de música de la que disponemos hoy en día. Es súper fácil pasar de una cosa a otra, por ejemplo, con Spotify. Esto ha influido en la forma de hacer música de mucha gente. Ahora todo es mucho más random.

Ópalo Negro destaca por su riqueza instrumental.

Adrià: Todos hemos sido estudiantes de conservatorio. Creo que parte del éxito de Papá Topo es que hacemos canciones complejas a nivel armónico y melódico. Incluimos arreglos orquestales. Esto no es lo más habitual.

Óscar: Yo he estado haciendo música toda mi vida, desde que tenía tres años. Y me he formado en escuelas de música.

Jùlia: El hecho de que seamos profesionales se nota en que necesitamos pocos ensayos para hacer buenas canciones.

Adrià: Bueno, deberíamos ensayar más aún. [Risas]

¿Cada cuánto acostumbráis a reuniros?

Jùlia: Vamos mucho al día.  [Risas]

Adrià: Sònia y yo estamos terminando la carrera. Óscar está terminando el máster, y Jùlia trabaja. Entonces vamos muy liados y realmente tenemos poco tiempo para ensayar. Antes del concierto nos ponemos a saco a ensayar.

Jùlia: Nos gustaría encontrar una rutina.

2-14316887_899788756822990_8745603873630797788_nAdrià Arbona, Óscar Huerta, Jùlia Fandos y Adriá Arbona junto a Marc Ferrer.

 

¿Quién se ha encargado de componer las letras de Ópalo Negro?

Sònia: Adrià.

Adrià: Sí, salvo cuando escribimos «Atormentada» entre Sònia, Óscar, Marc [se refiere a Marc Ferrer, amigo de la banda y director de La Maldita Primavera] y yo. Además, Marc y yo escribimos juntos «La Llamada» para La Maldita Primavera.

Divertida, gamberra, vital… La Maldita Primavera también destaca por ser un proyecto basado en la visibilidad LGTBQI. Hasta podríamos considerarla una alegoría bollera por el papel que interpreta Sònia. ¿Estamos ante unos Papa Topo más activistas y concienciados con el mundo que les rodea?

Sònia: La Maldita Primavera es un reflejo de la vida real. No deparamos en la intencionalidad activista.

Adriá: Era un retrato de nuestro día a día.

Sònia: Un día a día exagerado. [Risas]

Adriá: Damos por hecho el estilo de vida que refleja la película pues pertenecemos a la comunidad LGTB. No abogamos por nada. Es una cosa que damos por hecho. Somos conscientes de que hace falta mucha lucha todavía. Yo he sido víctima de abusos homófobos.

Sònia: Yo también. Por no hablar del acoso callejero.

Óscar: Y yo.

Adriá: A mí han llegado a echarme de un baño por ser marica. A los 16 años tuve que posicionarme y rebelarme contra mis compañeros y de repente dejó de ser un problema al atacarlo de frente. Con el grupo todo ha ido a mejor. De hecho nos pidieron que hiciéramos una canción sobre la educación para niños para Mínimúsica. La canción se llama «Chico de Plutón», y va sobre la LGTBfobia en el entorno escolar.

Jùlia: Trataba de un niño extraterrestre que venía a la Tierra y nadie le quería. Y al final le quieren tal y como es.

Adriá: Y el chico está enamorado de otro extraterrestre. Y todo le acepta al final. Quería remarcar que el posicionamiento de La Maldita Primavera no es tan importante en cuanto al tema LGTB como más bien al sentido de creación artística. No hace falta estar en una productora y seguir los cánones estéticos tradicionales, como que esté todo grabado con calidad o bien hecho para contar una buena historia y transmitir un buen mensaje.

Óscar: Pero estar dentro de una productora no significa que todo esté hecho perfecto.

Adriá: Me refiero a que puedes hacer películas alejado de las instituciones y de lo que le gusta a todo el mundo. Y así pasa también con la música. Como ocurrió en mis inicios.

En muchos de vuestros conciertos apostáis por una estética kitsch o lo aesthetics. ¿Habéis notado prejuicios por esto? ¿Puede percibirse la plumofobia en el mundo de la industria musical?

Adriá: Mucha gente se queda sorprendida tras nuestros conciertos. Nos dicen que tocamos muy bien [risas]. Sobre todo se dirigen a ellas [señala a Júlia y Sònia]. Les dicen: «Joder, para ser tía sí que eres buena bajista.»

Jùlia, Sònia, las mujeres llevamos tiempo reivindicando la igualdad en los escenarios y en la industria musical, como mánagers, músicos, DJ’s, promotoras de conciertos o productoras… pero todavía nos queda mucho camino por recorrer.

Sònia: Parece que por ser chicas ya tenemos que ser las cantantes. Esto me ha pasado muchísimo. De hecho, esto ya me pasa en el Taller de Mùsics, la escuela donde me formo como músico. En las clases teóricas los profesores dan por hecho de que, por ser chica, soy cantante.

Adriá: Históricamente las mujeres han tenido el rol de ser la frontwoman, el florero.

La letra de vuestro último hit, «La Llamada» -en la que vuestro nuevo fichaje, la maravillosa Zaida Carmona,  aporta la voz- me recuerda mucho a la de ese hit veraniego… «La Obsesión», de Frankie J.

Sònia: [Risas] Estamos bastante familiarizados.

Adrià: Sí, la cantamos mucho. [Ambos se miran riéndose]

¿Será que el amor romántico no comprende de estilos ni de fronteras?

Óscar: El amor romántico no existe.

Adriá: Óscar, no. [Risas]

Jùlia: Forma parte de nuestra vida y nuestro día. Nos encanta. [Risas] Bueno, en realidad no nos encanta obsesionarnos, pero somos así. Y no se puede negar.

Adriá: Es por la educación recibida, creo yo. Todos estamos condenados a pasar por eso. Se puede trabajar para salir de eso, pero es muy habitual por cómo nos han enseñado que es el amor, sentir celos y desesperación cuando alguien no te contesta. Sí, es un sentimiento universal. Le pasa a mucha gente.

Resulta complicado librarse de los lastres de la herencia heteropatriarcal.

Adriá: Sí. «La Llamada» es una canción llena de bastantes tópicos del mundo del pop, donde hay muchas canciones parecidas, sobre llamadas no respondidas, whatsapps no contestados…

De hecho, tenéis una lista abierta al público una lista en Spotify sobre esta temática.

Adriá: Ya, es como un homenaje a este microgénero, que digamos. Hicimos una lista de canciones que nos gustaban sobre esa temática.

Contadme un sueño.

Jùlia: Tocar en México.

Sònia: ¡Sí! Y sobrevivir. Vivir de la música.

Y un secreto.

Sònia: Eso que lo conteste Óscar, que tiene muchos.

Óscar. No tengo nada que decir.

Marc: No podemos revelar ningún secreto sin herir a personas.

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