Bar Marsella (en peligro de cierre)

Barcelona, ¡vale ya! Ya basta de tanto peloteo a los turistas, de darle la espalda a los locales y de cargarte barrios enteros por purito interés especulativo. Basta ya de hoteles, de restaurantes modernos y de bares de diseño, que de esos ya tenemos suficientes. Y sobre todo, basta de cargarse los símbolos que hacen que Barcelona conserve todavía algo de esa personalidad auténtica, canalla y divertida que tan célebre la hizo en otra época. El Bar Marsella, irreductible rincón en la confluencia de Sant Pau y Sant Ramon, el local del «prohibido cantar», esa inagotable fuente de absenta y bar auténtico donde los haya, se encuentra en peligro de cierre y podría desaparecer a finales de este mismo mes. Casi dos siglos de historia se borrarán del mapa por decisión de los dueños, que pretenden vender el inmueble nada más y nada menos que por un millón de euros. Todo muy lícito, sí, pero también muy poco ético y desde luego cero respetuoso con lo que el Marsella significa para Barcelona. Desde que saltó la noticia, la gente se ha movilizado y hasta se ha creado una petición para solicitar que se paralice su cierre. Por si esto no funcionara, al menos nos tranquiliza saber que José Lamiel, el actual propietario del bar, tiene muy claro que si le echan del 65 de la calle Sant Pau, cogerá sus bártulos y se montará el Marsella en otro lado. Y nosotros estaremos allí para brindar con él, cómo no, con un buen vaso de absenta. Mientras tanto, ¡Marsella, resiste!