Café Godot

Caminas por Gracia, una tarde de invierno, cuando la luz ya se ha ido. Sintiendo el frío que acaba de aterrizar en Barcelona y nos pilló de improviso. Pero te da igual, porque todo en Gracia brilla. Las luces de navidad en lo alto y los locales te acompañan a medida que avanzas en tu paseo. Y así, de repente, todo mejora si es que era posible. Unas luces doradas se cuelan de entre unas arcadas y descubres el Godot, un regalo que nos hace el Grupo Kibuka. Y digo regalo porque en el Godot comí de coña. Soy consciente de la vulgaridad de la expresión, pero así me aseguro de que quede claro. Desde el pan que me ofrecieron para aplacar el hambre, pasando por el jamón ibérico -de Maldonado-, el micuit de foie (digo foie y babeo), el tartar de atún con aguacate todo regado con verdeo… y podría seguir, porque me percaté de cada plato que se servía en mesas ajenas. Cacé un steak tratar que me lo reservo para mi bis. Pero no sólo la carta es destacable. El ambiente del Godot es la piedra de toque del lugar. Y no sólo por la tenue iluminación, o la luz de detrás de las botellas (siempre he tenido debilidad por las barras de bar con botellas iluminadas) sino porque se deja escuchar el murmuro de la gente que se cuenta la vida sorbo a sorbo. Ese runrún cautivó a la presente. ¡Ah! Dato de interés: No se aceptan reservas. Algunos pensaréis que es una incordio, yo lo hice, pero en realidad es una buena costumbre que beneficia el tráfico de personas y evita mesas vacías.

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