Cal Papi

Lo vasco, lo vasco de verdad, se caracteriza por ser auténtico, sin artificios, efectivo. Y lo mismo pasa con la Barceloneta: un barrio humilde, claro, directo. Quizás por eso el Cal Papi reúna estas mismas características, pues es una taberna de dueños vascos en plena Barceloneta. Fuimos la semana pasada por casualidad, buscando un sitio en el que comer quince personas sin reserva, y nos montaron unas mesas en un abrir y cerrar de ojos. Desde el minuto cero reina la simpatía. Carmen, su propietaria, ejerce de relaciones públicas para invitarnos a hacernos fans del Facebook de Cal Papi y hablarnos de su nueva iniciativa de miércoles a viernes, el pintxo-pote -cerveza o turbio + pintxo por 2€-, que precisamente arranca esta semana. En seguida empiezan a aparecer botellas de vino turbio -¿por qué no es más popular?- y unas curiosas tapas de piel de bacalao frita. Para comer optamos por un buen tapeo a base de bombas y bravas -ambas bastante picantes-, pero también mejillones al vapor bien grandes, croquetas y la especialidad de la casa: unos buñuelos de bacalao para quitarse el sombrero. El servicio, además, fue rápido, y el trato cercano. El único contrapunto podría ser el precio, pues los 20 euros por barba nos sorprendieron un poco, aunque en su defensa hay que decir que el vino turbio voló cosa bárbara. Y, hombre, que todo estaba buenísimo. Sea como sea, está claro que merece la pena acercarse a este entrañable rincón de la Barceloneta y probar, cuando menos, sus flamantes pintxo-potes.

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