Chatelet

Dicen que Gracia goza de su máximo esplendor en verano, cuando se celebran sus fiestas. Aun así, y sin hacer de menos los días grandes del barrio, quisiera romper una lanza a favor del invierno gracienco. Porque hay algo nostálgico en sus calles que lo convierten en un entorno ideal para pasear abrigado, bufanda en cuello, pero sobre todo para refugiarse en uno de sus numerosos y acogedores bares. El Chatelet es uno de ellos. Particularmente, uno de los que mejor representa la melancolía del barrio: los colores vivos de su decoración se ocultan en un entorno oscuro, en un espacio íntimo y con caliu, como se dice por aquí, que resulta idóneo para disfrutar de un trago bien reconfortante en los días en que el frío apremia. Y es que pocos placeres invernales hay como el tomarse un carajillo de Magno calentito mientras miras por la ventana del Chatelet, viendo pasar a los transeúntes por la mítica calle Torrijos, o mientras conversas tranquilamente como hacían nuestros padres y abuelos: intercalando palabras con tragos de café regado con el mejor brandy. Porque, al fin y al cabo, las costumbres de verdad es lo que tienen: aunque a veces parece que las olvidemos, siempre acaban por volver.