El Santo del Born

«It’s hard to be a saint in this city». Con este cartel que preside el local te recibe El Santo (del Born). Y qué razón tiene. Y no sólo hablo de las tentaciones que cualquier buena urbe que se precie debería tener en su haber, sino del bar en concreto. Porque poner un pie en El Santo es pecar, y a lo grande. Probar sus tablas, como la de patata asada, huevos revueltos y jamón, o sus bocadillos de pollo con tomate caramelizado o salmón con aguacate (recalco el gemido de un comensal de la mesa de al lado con la rúcula asomando por la boca que interpreto como señal de «qué bueno está esto»), es pecar. Preferiría no entrar en los postres, caseros, cremosos y un cebo para paladares tímidos. Porque a El Santo se va a comer y a beber y a terminar con un chupito, sin limite ni complejo, sin recato «cristiano». Un buen lugar para dejarse caer, faltar y esperar la misericordiosa redención de una buena digestión.