Fismuler

La alta instagramabilidad del Fismuler ha hecho que tardara más de un año en conocerlo, cosa de la que me arrepiento. A veces ocurre con algunos restaurantes del que todo el mundo habla bien y aparecen por todas partes, que no acabas de encontrar el momento para descubrirlos. Es como si ya los hubieras probado. La libido gastronómica te sube más con un plato de Sichuan de un buen chino encubierto, o con un contundente cap-i-pota de bar de barrio. Nadie es perfecto.

La cocina con influencia nórdica y aparente simpleza del Fismuler te golpea des del primer minuto con el aperitivo de mantequilla sin pasteurizar y brisket con encurtidos, dejando claro que te espera una cena memorable. Seguimos con la trabajadísima ensalada de puerros, burrata y trufa, de aquí fuimos escalando de plato en plato con la tortilla apenas cuajada de bacalao, el bikini de carrilera, los calamares con setas y la merluza frita con tomate. Como tracazo final dejamos la cotoletta o escalope vienés con trufa y huevo rematado al lado de la mesa. Un trozo de carne del tamaño de una pizza que es capaz de rebuscar recuerdos de infancia, y al mismo tiempo empujarte hasta perfiles de sabor nuevos y originales. Instagram te dirá que de postre tomes una de las mejores tartas de queso de la ciudad (ex-aequo con la de queso ahumado del Direkte Boqueria), delicada, casi líquida, es una tarta de otro planeta.

El Fismuler ocupa un espacio diáfano pero cálido hasta lo romántico, que lleva escrito “ideal para primeras citas” en todos los detalles. Precedidos por el éxito de su hermano en Madrid, el Fismuler de Nino Redruello y Patxi Zumárragade aterrizó en Barcelona sumando las fuerzas de Jaime Santianes (ex-elBulli como sus otros socios y curtido jefe de cocina de la ciudad). No te dejes frenar por los prejuicios y disfruta de una de las mejores opciones donde liberar endorfinas comiendo realmente bien.