La Jacaranda

¿Qué pensarías de un sitio que describe sus platos con tanto cariño como «el foie es muy goloso y se viste de garrapiñada y mango, porque se adoran» o «los espárragos blancos tienen frío y se ponen su gabardina de tempura para mojarse en lágrimas de romesco y detener así el tiempo»? ¿Cómo te quedas? Pues este es el mimo, la dedicación y la obsesión por la buena gastronomía que tiene La Jacaranda, la mitad más «rebelde» del restaurante Dos Torres con nombre del árbol que preside el jardín. Se encuentra en una masía centenaria, con una acogedora terraza (con sus glorietas privadas incluidas) y diversos pisos donde se reparten los distintos salones y ambientes del local. Uno de ellos es La Jacaranda. Reducto de buenos vinos o, como ellos mismos se definen: «platillos, vinos y amigos». No hay mejor gancho, creo yo. El menú de La Jacaranda consiste en distintos platets y vinos que han salido de las mentes creativas de chefs y también de recomendaciones de clientes que pueden meter mano en la carta. Así la oferta es ecléctica y atrevida. Si no, ¿de qué iban a introducir como vino de la casa el -desconocido- Palomo Cojo, en lugar del omnipresente Perro Verde? Y no os asustéis por la impresión palaciega del lugar. Atreveos a entrar o, diré más, a reservar la glorieta privada del jardín y así sumergíos en el lema «jacaranil» del «come, respira, comparte». ¡Ya me diréis!

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