La Vecina

Mi abuela siempre me decía que ya no quedan vecinas como las de antes. Se refería a aquellas que hacían red de cuidados y de resistencia en los barrios de las ciudades y en los pueblos; a menudo inhóspitos en tiempos de posguerra. Esa cita estuvo rondando mi cabeza todos estos años hasta que me topé con un local luminoso con un ambiente familiar y animado mientras caminaba por los alrededores de la Plaza de Molina. Nada más entrar en La Vecina sentí el calor y la cercanía del equipazo que lo regenta. El restaurante cuenta con una sala cómoda y espaciosa, así como un patio (apuesto a que será uno de sus mayores reclamos en los días soleados) presidido con hierbas silvestres y una hilera de persianas que me hizo volver a los domingos familiares en el pueblo. Con Kanki -fantástica chef que bien ha sabido alimentar mil y un almas ravaleras en locales como Las Fernandez o La Monroe- capitaneando los fogones, sabía que la gloria estaba a punto de llegar. No puedo dejar de recomendaros que probéis sus entrantes y aperitivos, como las anchoas de L’Escala, las gildas casolanas o el carpaccio de champiñones de Portobello. Como maridaje de su suculenta carta de vinos, bien sirven el ceviche de corvina, el tataki de atún, o sus tacos frescos de ropa vieja con germinados de soja y guacamole. Para refrescar el paladar, no dejéis de probar el mousse de Yuzu o la cheescake de la casa. La vecina cuenta con un amplio horario desde primera hora de la mañana hasta la media noche; y es que además cuentan con una exquisita carta de desayunos. Tampoco podéis perderos  su   menú del día, con el que dejan constancia de que la calidad no tiene por qué estar reñida con el precio. Una última recomendación: no os olvidéis de reservar mesa. El éxito que ha tenido el local desde que abriera hace dos semanas hace que sus mesas estén bastante codiciadas. El barrio de Gràcia está de enhorabuena por el aterrizaje de esta buena vecina, que ha llegado para quedarse. ¡Ya me contareis!