Palo Verde

A juzgar por el fervor que despierta en Instagram, no soy el único en afirmar que Palo Verde es una de las pocas cosas que salvan un año como el 2020. Este minúsculo restaurante especializado en cocina al carbón va mucho más allá de ofrecer los mejores tsukune de la ciudad, o pinchitos de carne picada japoneses. Ludwig Amiable (ex-Gresca y toda una garantía de buen oficio) domina las brasas de su cocina abierta con una maestría hipnótica, en la que es todo un espectáculo verlo trabajar. Empezamos la comida con los gnocchi al limón y maitake y la escalivada con ricota casera, una delicia con sutil sabor a ahumado que sigue clavada en mi memoria. Si eres un fanático del tartar: sigue sin miedo con el de pato. Pese a ser un recién llegado, el tartar del Paloverde no tiene nada que envidiar a los de más solera del Eixample, palabra. Solventamos la elección de pinchos con el kofta de cordero sobre un pan de pita, y el de pollo salvaje. Cuesta entender como algo de esta sencillez casi primitiva consigue hacerte tan feliz. Los pinchos del Paloverde son un verdadero espectáculo.

Por si este nivel de la cocina no fuera suficiente, Andrés Bluth te hace sentir como en casa. Palo Verde es sin duda uno de los restaurantes por los que será recordado este 2020.

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