Spoonik

Quiero que pienses en un gran restaurante y en todo lo que le rodea. ¿Lo tienes? Pues olvídate de él porque hablar de Spoonik es hablar de un concepto que va mucho más lejos. Te voy a pedir que cierres los ojos, solo por un instante, y recuerdes lo emocionado que saliste después de haber visto aquella película que te marcó. ¿Alguna de Steven Spielberg? ¿E.T. tal vez? ¡Ok! ¡Abre los ojos!

Casi lo tenemos. Piensa en la primera vez que montaste en bicicleta. En aquel eclipse lunar que viste junto a aquella persona especial, esa obra de arte que te inspiró o el olor y sabor de las galletas recién hechas de tu abuela. Esa canción que te remonta a 20 años atrás. Piensa en tu vida como si se tratase de un gran largometraje. O recapacita sobre ella como lo que es, un viaje repleto de sorpresas, de magia y de relatos, algunos esperados y otros insospechados. Recuerda todos aquellos momentos a los que dedicarías un primerísimo plano, donde tú eres el director y lo relatas con emoción.

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Eso es Spoonik. Es adentrarse en una experiencia novedosa, contada  a través de la óptica de sus creadores, los chefs. Jon Giraldo, de Manizales, con una gran tradición en la restauración a sus espaldas; y Jaime Lieberman, de Cancún, fotógrafo y conocedor de las artes audiovisuales. La historia percibida por ellos pero donde tú eres el protagonista. Porque así te hacen sentir.

La gastronomía es el argumento principal y se capta enseguida. Destaca por su calidad, innovación y marcado sello latinoamericano, subrayando la fusión de la cocina mediterránea con la colombiana y mejicana. Nosotros probamos el menú “Festival” y nos maravilló. Destacaría el «Ceviche Andino», el “Mextaplique de rodaballo” y el «lingote de Carrillera de Ternera”, con cayeye, mole ancestral, pico de gallo y crujiente de plátano macho. La magia se acentuaba por las explicaciones de Jaime, por el emplatado y su presentación; incluso algún trampantojo, la música que acompañaba a cada plato: cartagenera, clásica, los sonidos del agua y de su juego de luces.

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Spoonik es una narración donde el equipo podría ganar un Oscar, por su amabilidad y profesionalidad. Destacando al sommelier, Sergio Viñolo, que explicó todo con gran lujo de detalles. Es un viaje a través de los 5 sentidos, repleto de historias que se enlazan unas con otras y donde todas las disciplinas -desde la música, el arte audiovisual e incluso la literatura- podrían ser premiadas. El atrezzo destaca por lo atrevido, con detalles tan variopintos como una frase de Gabriel García Márquez, decoraciones aztecas, o platos con la figura de Frida Kahlo. En el postre, acabamos con un corazón de Yogurt. Romperlo nos partió el alma: no sólo por su forma, una obra de arte, sino porque iba acompañado de su banda sonora, “Unbreak my heart”, de Toni Braxton. Como cuando una película que nos cautiva llega a su fin.

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Spoonik te hace reflexionar, viajando a través de su historia revivimos también la nuestra. Y como en la película “el Efecto Mariposa”, te da que pensar. ¿Qué hubiese sucedido si Jaime y Jon no se hubiesen encontrado? O si no hubiesen profundizado en la técnica culinaria, con la experiencia adquirida en Hofmann, Ramon Freixa, Can Roca, o su primer restaurante clandestino. Lo mismo que si Ferran Adrià hubiese pensado… «¿Esferificación? Qué locura, quien querrá comerse eso». O si Dalí no hubiese encontrado su inspiración en Gala.

No tendríamos este tipo de cocina, inventada por ellos y cuyo género se clasifica como “neurogastronomía”, por todas las disciplinas que la rodean y crean en nuestra mente. No os podría dejar de recomendar este restaurante, con tanta magia y premiado por «The Creative Awards». Sobreviviríamos, sí, pero nos hubiéramos perdido algo grande.

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1-Magia Jon

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