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Veamos la definición de underground según la RAE:
«Movimiento contracultural surgido en la segunda mitad del siglo XX, que promueve manifestaciones artísticas marginales y contestatarias. Que tiene un carácter rebelde, crítico o experimental y está al margen de los circuitos comerciales habituales.»
Mi primer contacto con Ajoblanco y el underground patrio fue en los años ochenta, más concretamente entre el montón de revistas y publicaciones paternas confinadas en una armario cerrado, hábilmente relegado por mi madre al rincón más oscuro del salón. Junto con su biblioteca beat, fanzines bizarros de aquella Barcelona preolímpica y ediciones grasientas de poesía contracultural, formaban, según la aguerrida matriarca, una colección aceitosa de ‘papeles de mal gusto escritos por gente rara y marginal’. Recuerdo abrir con recelo esas publicaciones con un sentimiento palpitante entre la fascinación, el pavor y cierta excitación sexual, espiando con ojo temeroso sus páginas atiborradas de caricaturas grotescas, pollas, coños y demás grafismo transgresor pero, sobre todo, conceptos, palabras y un carácter que sin saberlo iba a marcarme profundamente. Algo dentro de mí empezó a removerse sin remedio. Y ese algo era el espíritu caliente, bastardo y rebelde del movimiento underground. En la Fundació Suñol rescatan una fascinante muestra que se puede visitar hasta el día 6 de mayo.
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La contracultural revista Ajoblanco regresa este mayo a los kioscos y librerías españolas y de varios países de Sudamérica con ganas de «transgredir los límites», en un momento que sus responsables juzgan óptimo para la «agitación social» y la «revolución cultural». Para ello han creado un Verkami (que va viento en popa, pero puede ir todavía mejor).
Transcribo a continuación sus principios porque no podría explicarlo mejor:
«Abrimos un nuevo espacio cultural que vamos a llenar entre muchos, sin ataduras ni concesiones. Queremos revitalizar la cultura desde la pasión, el respeto, la pluralidad, la imaginación, el humor, la crítica, el debate, el diálogo y el encuentro. Queremos transgredir los límites. Salir del letargo y perder el miedo que nos ha atenazado durante demasiado tiempo. Necesitamos un pensamiento nuevo, libre, sin cánones impuestos y sin burbujas, donde las generaciones, las culturas, las ciudades y las identidades dialoguen, se mezclen y se expandan. Queremos recuperar la memoria, hurgar donde otros temen hacerlo y plantear todo lo necesario para sentirnos vivos.
Nuestras armas: un espacio para el encuentro, una revista en papel, una plataforma digital y un club de activistas y amantes de la cultura.»
Mucha fe y mucha ilusión en este proyecto cuya energía e ideales han conseguido emocionar este pequeño y duro corazón underground. Algo se mueve en el subsuelo, celebramos esta resurrección y esperamos, sinceramente, que la nueva andadura de Ajoblanco sacuda de raíz el adormilado e inofensivo panorama cultural y artístico en España.
Si les ha removido, ¡COLABOREN!